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Nueva alianza transpacífica para impulsar el cultivo sustentable del cochayuyo

  • Writer: Comunicaciones  Cebib
    Comunicaciones Cebib
  • 1 hour ago
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Investigadores del CeBiB participan en proyecto que reúne a científicos de Chile, Nueva Zelanda y Australia para avanzar en el cultivo sostenible de Durvillaea antarctica, alga parda considerada clave por su papel ecológico y su potencial científico.


Durvillaea antarctica, conocida comúnmente como “cochayuyo”, es un alga parda nativa del hemisferio sur que crece en las costas rocosas expuestas al oleaje. Esta macroalga forma parte esencial de los ecosistemas costeros templado-fríos del Pacífico sur y es considerada una especie clave por su papel ecológico y su potencial científico, además de su valor en la cultura alimentaria chilena.

 

En ese contexto, investigadores del Centro de Biotecnología y Bioingeniería (CeBiB) y de la Universidad de Los Lagos (ULagos) forman parte de un proyecto internacional de colaboración transpacífica que reúne a equipos de Chile, Nueva Zelanda y Australia, con el propósito de desarrollar acuicultura sostenible de esta macroalga nativa del hemisferio sur y potenciar su valor ecológico y productivo.

 

La iniciativa, titulada “Unlocking the aquaculture potential of bull kelp through trans-Pacific collaboration”, es liderada por el Dr. Lindsey White de la Universidad Tecnológica de Auckland (AUT) y cuenta con financiamiento del Catalyst Fund 2025, programa conjunto de la AUT y la Royal Society of New Zealand (RSNZ). En representación de Chile participan el Dr. Alejandro Buschmann, investigador principal del CeBiB, y la Dra. Pamela Fernández, investigadora asociada, ambos también integrantes del Centro i~mar de la ULagos, quienes aportan su reconocida trayectoria en acuicultura marina y cultivo de macroalgas.


Fuente: www.ulagos.cl
Fuente: www.ulagos.cl

El equipo internacional busca avanzar en la comprensión de aspectos fisiológicos, ecológicos y tecnológicos que permitan diseñar estrategias de cultivo sustentable de Durvillaea, una especie que, pese a su relevancia ecológica y alimentaria, ha mostrado dificultades para ser cultivada debido a su estructura particular (gruesa, con cavidades internas de aire) y a su dependencia de ambientes altamente dinámicos y ricos en nutrientes.

 

“En Chile se han hecho esfuerzos, hay algunos trabajos que se han realizado en cochayuyo, pero no con muy buenos resultados -ni aquí ni en Nueva Zelanda o Australia-. Entonces, la idea es comenzar con algunos puntos de comprensión sobre mecanismos fisiológicos, fotosíntesis y captación de CO₂, que pueden ser distintos por el ambiente de fuerte oleaje donde viven estos organismos”, explica el Dr. Buschmann.  

 

“Estas algas solo existen en la cuenca sur del Pacífico, así que somos los únicos países donde esta especie existe. Por eso, aunamos fuerzas para abordar un problema de una especie muy interesante desde el punto de vista de alimentación humana, alimentación animal y de otros productos que se pueden obtener de ella. Hay industria interesada y por lo tanto tenemos que enfrentarlo desde un punto de vista científico y técnico, más profundo de lo que se ha hecho hasta ahora”, agrega el investigador principal de CeBiB. Estas algas tienen una regeneración limitada: producen numerosos gametos, pero solo una pequeña fracción sobrevive. “Ahí hay todo un tema respecto de cómo vamos a cosechar para mantener una producción sustentable y cuánto vamos a permitir extraer”, comenta Buschmann.

 

Frente a ese desafío, la acuicultura surge como alternativa con múltiples beneficios ambientales y productivos. “El cultivo de algas puede mejorar la calidad del agua, porque extrae nutrientes que el ser humano arroja en exceso y que llegan a la costa a través de los ríos, los torrentes de agua y los escurrimientos de lluvia. Así evitamos florecimientos de algas nocivas, como las que originan mareas rojas. En los últimos diez años se ha estado promoviendo el cultivo de algas precisamente porque además de generar un producto útil para las personas, permite mejorar el ecosistema costero de manera sostenible en el tiempo”, añade.


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CeBiB: ciencia aplicada y colaborativa

 

El Centro de Biotecnología y Bioingeniería (CeBiB) se ha consolidado como un referente en investigación aplicada, combinando ciencia, tecnología y trabajo colaborativo para enfrentar los desafíos ambientales y productivos del país. En el marco de esta alianza transpacífica, su participación en el proyecto refuerza ese compromiso, al integrar su experiencia en biotecnología y ecología marina para impulsar soluciones innovadoras y sustentables. Desde esa mirada, el CeBiB busca tender puentes entre el conocimiento ecológico y la innovación biotecnológica, con el objetivo de transformar un recurso tradicional como el cochayuyo en una oportunidad real de desarrollo sostenible.

 

“Cuando uno quiere enfrentar un trabajo con potencial productivo, hay varias cosas que unir: una es producir la biomasa, y otra, saber qué haremos con ella y cómo la vamos a valorar”, comenta Buschmann.

 

Actualmente, el cochayuyo se seca y comercializa como producto alimenticio con poco valor agregado.

“Podemos mejorar mucho eso y esa es la fortaleza del CeBiB. Aquí tenemos capacidades en la parte biológica, ecológica y en bioremediación ambiental, pero también con la Dra. María Elena Lienqueo ya hemos estado colaborando en el uso de algas para fines distintos a los tradicionales (como el desarrollo de nuevos superalimentos, proteínas y la extracción de polifenoles que pueden incorporarse en la alimentación de peces), y creo que esa es la gran ventaja que tiene una unidad, un centro de investigación como CeBiB. Esa diversidad de capacidades nos permite hacer un trabajo más integral y avanzar más rápido hacia la meta de producir cochayuyo cultivado”.

 

Durante la reciente visita de los investigadores extranjeros al país, los equipos de Australia y Nueva Zelanda no solo conocieron las capacidades locales, recorrieron las costas del sur de Chile y visitaron empresas ligadas al sector algal, sino que también conocieron el trabajo que se realiza en el Centro. “Visitamos los laboratorios y vimos las capacidades que tenemos en el CeBiB para poder emprender esta aventura de trabajo con el cochayuyo. Nuestros invitados se fueron muy impresionados con lo que estamos haciendo en Chile”, puntualizó Buschmann.

 

Hacia un futuro sostenible y colaborativo

 

La colaboración, que contempla intercambios académicos, visitas técnicas y trabajo conjunto con empresas del rubro en los tres países, tiene como meta sentar las bases para el desarrollo de una industria de cultivo de Durvillaea que combine ciencia, innovación y sostenibilidad ambiental. Recientemente se realizó el intercambio académico en Chile, que incluyó observación en terreno de las costas del sur -entre Chiloé y Concepción-, la visita a laboratorios de CeBiB y a industrias vinculadas al cultivo de algas. Durante el próximo año se proyecta la visita de científicos chilenos a Australia, con el fin de delinear estrategias conjuntas.

 

“Chile tiene experiencia en cultivo de algas y esa es una de las cosas que podemos ofrecer aquí en nuestro país. Los australianos no tienen producción de cultivo de algas comercial. En Chile existe; no ha sido creciente en el tiempo por razones de mercado, pero el cultivo de la alga gracilaria existe. Hemos estado también desarrollando el cultivo de macrosistis, de las cuales ya hay algunas incipientes actividades comerciales y podríamos agregar otras especies” señala el investigador.

 

Además del impacto científico, la iniciativa busca abrir nuevas oportunidades productivas y aportar al manejo sostenible de las praderas naturales de cochayuyo, cuya recolección artesanal es una práctica tradicional pero difícil de monitorear. La acuicultura de algas, sostiene el Dr. Buschmann, puede ayudar a reducir presiones extractivas, mejorar la calidad del agua costera y generar alternativas económicas sustentables.

 

“Soñamos con que Chile no solo sea un productor de algas, sino también un líder en darles valor agregado a nuestra biomasa. Que no sigamos exportando el cochayuyo seco como materia prima barata, sino que generemos innovación, productos, actividad y beneficios económicos y sociales a nuestro país a partir de este recurso”, concluye.


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